En primavera había estrenado la mayoría de edad, acababa de terminar mi primer curso en la universidad y ese verano iba a saborear mis 18 añitos practicando el poco Inglés que sabía en una localidad costera del sur de Inglaterra famosa por dos cosas: haber sido el nidito de amor de algún rey inglés y su amante, cuya relación se facilitó con la construcción del "exótico" ROYAL PAVILLION y haberse convertido, muchos años después, en una ciudad famosa por su ambiente nocturno "gay". El Brighton que conocí en el año 1985 compartía con la ciudad de la que salí -Donostia-San Sebastián- cierto aire decadente, como de haber conocido tiempos de mayor lustre y vivir un poco de "rentas". Cierto aire, también, de lugar de peregrinaje playero, en especial de juventud ociosa, el necesario contrapunto de "júbilo adolescente", eso sí, más variado y multicolor que la clásica foto de naúticos, LACOSTE y VESPA-último modelo que ofrecían los cachorros de la alta burguesía donostiarra. Me costó tiempo descubrir las "diversiones" que ocultaba otra típica ciudad veraniega (baños matutinos en el mar, a pesar de las piedras, paseos vespertinos por los LANES, admirando escaparates de tentaciones inaccesibles para una estudiante, el primer TODO A CIEN que vi en mi vida, conversaciones imposibles con italianos, suizos y alemanes, a veces estupendos, risas inagotables con los concursos de discoteca por la noche, sobre todo cuando se apuntaba algún japonés despistado y generalmente salido... FAST FOOD a cualquier hora, era lo único que podía costearme para contrarrestar la pésima dieta de mi "landlady"). Antes de conocer bien la ciudad y disfrutar de la experiencia impagable de andar sola por el mundo, sin padres, pasé un tiempo de "aclimatación" de unos 10 días en los que me sentía sola, en una tierra extraña, sin poder emitir palabra (el primer día de clase había conocido dos chicas con las que salía todos los días, pero su nivel de Inglés era infinitamente superior al mío y me limitaba a escucharlas para aprender). En esos 10 días en los que la nostalgia acechaba cada tarde, al volver a casa tras una jornada escolar, VARGAS LLOSA fue mi compañero fiel: en cuanto subía al autobús que me devolvía a una semi-adosada de GRAHAM CRESCENT, sólo pensaba en aislarme en mi habitación al llegar y seguir leyendo esa maravilla titulada CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL. Cualquier lector sabe lo que es el "placer" de la lectura, una oportunidad de evasión de la realidad como tantas otras. Pero en mi caso, Mario Vargas Llosa y ese título, el primero que leí de él, están vinculados a una experiencia personal de "desapego" que los convierte en algo muy especial. Aquellas horas de entrega a las vidas de Santiago y Ambrosio y al entramado político peruano, en la soledad de una habitación ajena, tenían algo de "íntimo" que sobrepasaba la habitual privacidad ligada al acto. Su prosa prolija, un poco enrevesada al principio, un poco directa después, poderosa, tuvo un efecto beneficioso sobre mi persona: al leerla me olvidaba que estaba lejos de todo lo que había conocido hasta entonces, de todo lo que amaba. Luego vinieron otros VARGAS LLOSA ("Pantaleón y las visitadoras", "La casa verde", "Historia de Mayta"), pero ninguno de ellos me emocionó tanto, ninguno de ellos ya fue una cura para mí. Cualquiera que haya leído ese primer título y algún otro sabe que este peruano merece el NOBEL por derecho propio, porque es uno de los grandes, pero yo me alegro por ti, Mario, y celebro este premio porque, en cierto sentido, formas parte de mí. No siempre me han convencido tus opiniones, a pesar de que construyes argumentos sólidos como pocos lo hacen ya hoy en día; no siempre he estado de acuerdo con tus análisis políticos, pero confieso que alguna vez he corrido a comprar algún libro tras leer una de tus reseñas o críticas. Cualquier recomendación literaria que puedas hacer siempre merecerá la pena, tal es la pasión que transmites, tanto si son autores respetados como si son de los considerados menores. Gracias por todo y ¡ENHORABUENA!
¡Qué delicia de post! No he leído nada de Vargas Llosa -aunque me dé cierta vergüenza decirlo- y ya estoy deseando agenciarme uno de esos libros que tanta compañía te hicieron. ¿Por cuál me recomiendas que empiece?
ResponderEliminarAna Fernández